Ahora que vivimos tiempos políticamente convulsos, en los que algunos enarbolan la enseña nacional como si les representara sólo a ellos, y otros evitan hacerlo como si les estigmatizara, hemos descubierto en la Lista Roja al legendario Rey Lobo, una de esas figuras históricas antídoto para maniqueísmos. Este emir de Al Andalus, del que hablaremos enseguida y cuyo nombre parece de cantante de corridos de Sinaloa, construyó hasta que se le acabó la pasta, el Castillo de la Asomada. De nombre inequívoco, la fortaleza dominaba el estratégico paso del puerto de la Cadena, principal vía de enlace entre el Valle del Segura y el Campo de Cartagena. Las vistas desde sus quinientos y pico metros son espectaculares; a un lado Murcia, al otro el azul mediterráneo. El emir mandó construir donde ya lo habían hecho otros (fenicios y romanos) con los mismos intereses: controlar las incursiones piratas y proteger la riquísima huerta. Por eso los expertos dicen que el castillo tiene planta cuadrada. Es que había sido un castro romano. Hasta aquí el castillo.
Del rey Lobo hay para escribir una saga de Les Rois maudits o un Juego de Tronos sin dragones. Conocido por su sobrenombre cristiano, su verdadero nombre era Muhámmad ibn Mardánish y era descendiente de muladíes, cristianos conversos. Cuentan que hablaba en romance y tenía costumbres, si no cristianas, más relajadas que las de la ortodoxia musulmana. Y para ortodoxia, los musulmanes han demostrado tener talento de sobra. En el siglo XII, una nueva tribu de fanáticos se había adueñado del Magreb y había entrado en la península para disolver manu militari los débiles reinos de taifas, cada uno con su reyezuelo acreedor de parias (impuestos) a los cristianos. Eran los almohades. Y no se andaban con chiquitas. Como ejemplo diremos que el Miramamolín, derrotado, dios mediante, en las Navas de Tolosa en 1212, tenía previsto conquistar Roma. Frente a este imperio musulmán imparable emerge la figura del Rey Lobo, que recabó apoyos entre los cristianos y no sólo no se sometió a su fanatismo sino que levantó la más poderosa de las taifas de su tiempo. Hacia 1160 la taifa de Murcia de ibn Mardánish, más que posible arabización del apellido Martínez, incluía una nebulosa de territorios (Murcia, Alicante, Valencia, Castellón, Almería, Tarragona, incluso Jaén) libres de la persecución yihadista almohade. Los exiliados, entre ellos sabios y artesanos, que hallaron refugio en ella, la convirtieron en un foco cultural como nunca volvió a serlo. Cuentan mil horrores del monarca. Que si emparedaba vivos a sus enemigos y cosas así, pero nadie es perfecto, y menos en la Edad Media. A nosotros nos atrae la imagen de aquel musulmán moderado, pelillos a la mar, que fue un quebradero de cabeza para los malos malísimos, aquellos otros que exigían obediencia política y religiosa ciega a su príncipe de los creyentes. Mira tú por donde que la mayor gloria de Murcia vino de la mano de un musulmán nuevo, que batalló contra la imposición fanática hasta su muerte.
El Castillo de la Asomada está en la Lista Roja desde el 21 de enero de 2008. ¿Cuándo engrosará la Lista Verde?
Fotos de la izquierda Región de Murcia Digital.