En el municipio de Quintanilla del Coco, en Arlanza (Burgos) se encuentra la pequeña localidad de Castroceniza, ubicada junto al río Mataviejas. Rodeada e invadida por la naturaleza, debe su nombre a la antigua y tradicional elaboración de carbón vegetal
mediante madera de encinas.

Aunque pueda resultar difícil de creer, este insólito lugar tuvo un pasado memorable. Su cercanía a los monasterios de Silos y Arlanza evidencia la fructífera relación que Castroceniza mantenía con ambos. Algunos abades, incluso no tan lejanos en el tiempo, eran originarios de la localidad. Entre ellos, destacó el prolífico Luciano Serrano (1879 – 1944), que no sólo se convirtió en abad de Silos, sino también en un notable historiador de la Edad Media castellana.

Además, Castroceniza formó parte del legendario distrito de Ura -hoy pueblo vecino-, cuyo castillo estaba próximo. Por lo tanto, el comercio y la vida social que allí se desarrolló, llegaba o afectaba directamente a esta población. Fue documentada
por primera vez en 1042, cuando el rey Fernando I de León y doña Sancha hacen entrega de todo lo que allí les pertenecía al monasterio de Arlanza y a la Abadía San Mamés de Ura. Así, ceden tierras, montes, prados y molinos que en Castroceniza poseían. Aunque son pocos los documentos que arrojan luz sobre la historia de este lugar, se piensa que con el tiempo, su política y economía se reorientaron al monasterio de Santo Domingo de Silos.

A pesar de ello, Castroceniza es hoy en día una víctima más de la España vaciada. En 1842 ya contaba únicamente con 26 hogares y 58 habitantes. En 2006, tan sólo quedaban 45 residentes. Además, a esto hay que sumarle los dos recientes incendios que ha sufrido, uno de ellos en 2009, que han dejado el histórico pueblo calcinado. Perdiéndose así gran parte de su patrimonio etnográfico, del que solo nos quedan las derruidas y quemadas viviendas, de cuyos restos podemos apreciar la tradicional mampostería con la que se realizaban sus paredes. De modo que esto ha supuesto la pérdida de un perfecto ejemplo
de la arquitectura típicamente serrana. Pasear por sus calles desiertas y abandonadas nos hace reflexionar sobre cómo hemos dejado en manos del paso del tiempo la historia de numerosos pueblos cuyas culturas se olvidarán.

Sobre las calcinadas casas se alza, al norte del pueblo, la hermosa Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción de Castroceniza. Una construcción del siglo XIII en un naciente estilo gótico, pero remodelada en el siglo XV. De una sola nave dividida en tres tramos, en el presbiterio destaca la sepultura del clérigo natural de la villa.

Pero sin lugar a duda, el elemento más notable es la pila bautismal románica que se conserva en la capilla del Rosario. Una preciosa pila adornada con flores de cuatro pétalos envueltos en dos elegantes cintas que se entrecruzan enmarcando las flores y recorriendo todo el borde del suntuoso objeto. Además, la portada principal conserva la arquería románica original de finales del siglo XIII en un admirable y sorprendente buen estado. También se pueden ver en ella restos de un pasado barroco, como las imágenes conservadas sobre el ábside recto de la capilla mayor. Asimismo, se conserva un retablo dedicado al Cristo del Miserere.

A pesar de su sorprendente estado de conservación en comparación con el resto del pueblo, cuando nos acercamos a ella una sensación de vacío invade nuestro cuerpo, sus puertas están cerradas y no hay vida en su interior. Algunas vidrieras comienzan a resquebrajarse y la vegetación crece sobre sus techumbres. Entonces, esto nos lleva a imaginar que un futuro negro augura también para la iglesia, que poco a poco cae en el olvido, como ya lo han hecho la Parroquia del pueblo y la Ermita de San Roque, en un pésimo estado de conservación.

Sin embargo, otro destino podría ser posible para la Iglesia si se convirtiera en un punto de atracción turística en directa relación con el Desfiladero de Mataviejas. Un sendero que atraviesa las rocosas montañas y llega desde Ura hasta Castroceniza siguiendo el curso del río. Como sociedad, tenemos el deber de preservar nuestro patrimonio porque sólo a través de él podemos comprender de dónde venimos. Esto no implica visitar únicamente las grandes catedrales o las ciudades más turísticas de nuestro país, sino también perdernos en los lugares más remotos y descubrir aquellas pequeñas localidades que están siendo abandonadas, perdiéndose así una parte irremplazable de nuestro patrimonio etnológico. En nuestro poder está revivir lugares como Castroceniza, que tienen mucho que ofrecernos tanto a nivel cultural como natural, y que, además, nos invitan a reflexionar sobre nuestro pasado histórico y la necesidad de una conciencia social de patrimonio.

IMAGEN: Autoría anónima, Imagen de Castroceniza (Arlanza, Burgos). Fuente de la imagen: http://www.wikiburgos.es/wiki/Archivo:Castroceniza05.jpg