Desde el comienzo de los movimientos turísticos hasta el día de hoy, el flujo de visitantes y la inexistente preocupación por la salvaguarda del patrimonio cultural, ha perjudicado en incontables ocasiones a los bienes patrimoniales de diversos lugares. No fue hasta el siglo XX, intensificado por el turismo de masas, que se inicia la preocupación por la protección y la conservación de los bienes patrimoniales: estos bienes son heredados por la sociedad pasada, por lo que obtienen unos valores intrínsecos como el valor histórico o el valor de identidad que causan la motivación por la salvaguarda de los mismos, al igual que su limitación temporal y los riesgos que pueden acelerar la pérdida de dichos bienes.
Existen diversos riesgos como los medioambientales, causados por el cambio climático (como el caso del Parque Nacional de Everglades, en Florida, Estados Unidos); los riesgos por causa de guerra, como pueden ser los expolios o la destrucción total (como el caso de los Budas de Bamiyán, en Afganistán); o la actual pandemia de la COVID-19, que a causa de la falta de información e incertidumbre, generan la sobreprotección de algunos bienes, así como también el cuidado excesivo e intrusivo de otros bienes.
Por ello, el ser humano se considera el mayor factor de riesgo, incidiendo directamente en el deterioro de los bienes culturales, debido a las intervenciones poco profesionales, las gestiones urbanísticas mal planificadas y la sobreexplotación del turismo, que conlleva a la gentrificación de las ciudades y, por tanto, un mayor número de visitantes al destino en cuestión; sin embargo, a través de las planificaciones turísticas pertinentes, estas condiciones son controlables y regulables.
Así pues, creo en la necesidad de instaurar una gestión sostenible, que se preocupe por la cuestión de género y comprometida con el medioambiente. De esta manera, se debe fomentar el desarrollo económico de las comunidades locales como oportunidad para mejorar la cultura y poner en valor la autenticidad de la cultura local, por lo que hay que tener en cuenta los diversos agentes que inciden en la cadena de valor de la actividad turística. Además, es esencial que se realicen prácticas sostenibles con el medioambiente, con el fin de prevenir un mayor impacto en el cambio climático. Por último, se debe priorizar el equilibrio entre mujeres y hombres, las y los profesionales que lleven la gestión turística y la salvaguarda de los bienes culturales, además de obtener una remuneración digna junto a los beneficios correspondientes.
Asimismo, es imprescindible que se realice un análisis exhaustivo de los bienes culturales que se encuentren en el área, para su posterior catalogación y categorización por estado de preservación y conservación, dependiendo de la vulnerabilidad que presente. El fin de estas prácticas de catalogación es la redefinición de la oferta de bienes culturales (ya sean de origen mueble o de origen inmueble), para prevenir el desgaste de los bienes más delicados e impulsar la visita de aquellos más desconocidos, con un debido control y prevención para no comprometer la salvaguarda de los bienes culturales.
Hoy en día, distintas organizaciones de índoles culturales, históricas, turísticas, etc., se han dedicado a fomentar el turismo cultural sostenible, preocupándose por ofrecer servicios de calidad a grupos de personas limitados, contando con materia prima y mano de obra local.
Otras formas de promocionar esta tipología de turismo son los programas y planes turísticos, impulsados por distintas entidades públicas, dependiendo de las políticas públicas y turísticas que se propongan; por otra parte, se encuentran las iniciativas creadas por organizaciones y asociaciones, que insisten en la protección del patrimonio, la mejora de las comunidades fuera del ámbito urbano e involucrar a los jóvenes para conservar y documentar sus raíces culturales.
En resumen, los pilares de la gestión para unas buenas prácticas en el ámbito turístico deben tener en cuenta a la sociedad como eje principal, la sostenibilidad y el compromiso con el medioambiente, la accesibilidad y la cuestión de género. Por esta razón, se necesita un cambio de perspectiva para ofrecer servicios de mayor calidad y con una demanda más moderada, buscando que la industria turística tenga una explotación regulada, protegiendo la oferta turística, en especial a los bienes culturales heredados del pasado.
NOTA: Artículo ofrecido por ESACH Madrid.
FUENTES:
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FUENTE IMAGEN:
Clúster Turismo de Galicia. (2018, 8 octubre). turismo-cultural-spain [Fotografía]. Clúster Turismo de Galicia. https://clusterturismogalicia.com/wp-content/uploads/2018/10/turismo-cultural-spain.jpg