Hoy desnudo mi voz, aquí, sin florituras,
sin floripondios,
con la sola,
única verdad de las cuerdas vocales,
como las cuerdas que sujetan la ropa
para que se seque el sol en ella.
Como las cuerdas que, lianas,
sujetan los árboles
para que no se devengan del viento.
Como las cuerdas que hacen sonar
al cello de mi sobrina,
que sin ellas no es más que una caja para mis zapatos.
Mis cuerdas, así, desnudas
como mi cuerpo y mi alma
y mi sentimiento desnudos.
Como el aire y como el viento
como el mar y el océano,
como el campo, la albahaca, el trigo y la morada.
Suelto a través de ellas mi mal
o bien estar, mi razón o sin razón
mi sin o contra sentido,
mi locura, mi alegre locura
la que que ve lo que tus ojos,
mezquino,
son incapaces de ver
de oír
de tocar
o de sentir,
porque te has criado
y has crecido como un tonto y estólido
ya sin remedio.
¿Loco yo?
Sí, y a mucha honra y sin remedio.
Me voy a casa que me espera feliz la cacatúa ,
o loro,
no se,
no recuerdo que me dijeron
en la tienda de ultramarinos que era,
cantando la última sonata que se ha aprendido.
Son las 11 de la mañana,
es domingo,
tengo sueño
y todavía no ha llegado el reparto de ayer.
Cuando llegue lo se,
me avisará Lucila,
así se llama mi pájara,
no recuerdo si es Loro o Cacatúa,
tengo sueño.