Ribera, Rioja, Ribeira Sacra, Somontano. No, el campeón indiscutible en producción vitícola es la Mancha. Cerca de medio millón de hectáreas que ya empezaron a explotar los romanos. La mitad de la superficie cultivada en España y el 6% del viñedo del planeta azul (hasta la fecha, único que conozcamos que consuma vino). La necesidad de guardar tantísima cantidad de caldo blanco, pero cada vez más, también tinto, nos trae a la memoria una película de los sesenta. En el secreto de Santa Vittoria el inconmensurable Anthony Quinn encarna a un alcalde que manda esconder el vino del pueblo ante la rapiña de los nazis. Las cosas cómicas hay que tomárselas en serio, que diría Oscar Wilde. Y de algo de esto va la entrada de hoy, pero sin nazis ni la necesidad de ocultar el preciado líquido, sino de almacenarlo fresco por los siglos de los siglos, cosa muy seria en Ciudad Real. Allí, en el corazón de la Mancha se vino haciendo desde 1800 por lo menos, en depósitos subterráneos excavados a pico y pala sobre la roca arcillosa. Tomelloso conserva todavía cientos de bodegas familiares bajo los cimientos de las casas. Una suerte de conductos llamados lumbreras, aún visibles en las aceras, ventilaban los depósitos de hasta quince metros de profundidad. Las inmensas tinajas repletas, al amparo del tórrido verano quijotesco, resuenan a siesta de fauno allá en plena submeseta. Hoy solo quedan doscientas de las dos mil que llegó a haber algún día. Verdadero ejemplo de comunión entre hogar y explotación agraria, alguna es aún visitable, si bien son mayoría aquellas que se destruyen o ciegan al reformar las viejas viviendas. Las cuevas de Tomelloso o cómo cada familia escarbó su parcela para preservar el dulce néctar de la tierra. 

 

Las cuevas-bodegas de Tomelloso están en la Lista Roja desde el 4 de noviembre de 2015. ¿Cuándo engrosarán la Lista Verde?

Imágenes facilitadas por María Martínez Jareño.