¿Qué tiene que ver la felicidad con el cubo de la basura? Y no, no es un chiste… Son dos palabras aparentemente antitéticas que, sin embargo, tienen mucha relación en estos tiempos.
Seguimos a vueltas con los vertederos, pero queremos profundizar en la raíz del problema: las toneladas de basura que producimos entre todos. La última estadística que ofrece el INe (2017) sobre producción total de residuos de la economía española es de 132.1 millones de toneladas anuales. De ellos, se reciclaron cerca de un 39%, un 3.7% se reutilizaron en operaciones de relleno, y un 3.5% fue a la incineradora. El resto, más de 71 millones de toneladas de residuos, acabaron en el vertedero. Para hacernos una idea de la magnitud del tema, los residuos urbanos ascendieron a más de 480 kg por habitante.
Hasta hace unas décadas no era así. Las abuelas hacían empanadas con los restos de cocido del día anterior; cuando algo se estropeaba lo llevaban a arreglar o lo hacían ellos mismos; los niños recibían un par de juguetes al año como mucho, que duraban hasta romperse en pedazos, y la gente iba de compras cuando realmente lo necesitaba. Aplicaban, sin saberlo, lo que ahora llamamos economía circular, ya fuera por sabiduría ancestral, por intuición o porque no había otra posible. Nos preguntamos ¿eran menos felices que nosotros?
La economía circular se asienta en la sencilla idea de que un planeta de recursos finitos no se puede explotar indefinidamente. Es un modelo basado en la reutilización, reparación, reciclaje, rediseño y, sobre todo, reducción del consumo de bienes. Es decir, lo contrario del modelo actual de economía lineal basada en la extracción de recursos, su procesamiento y transformación en productos, distribución, venta, utilización y desecho de los mismos. Nos siguen vendiendo (y seguimos comprando) la idea de que necesitamos tener el último smartphone y comprar en la tienda de moda para ser más felices, que el único modo de salir de las crisis es consumiendo y que los problemas medioambientales y el cambio climático ya no son una prioridad porque tenemos otra más grave.
Mientras la inercia del consumo siga presente y no adoptemos la idea de que la felicidad está en ser y no en tener, los vertederos seguirán siendo un problema de difícil solución. Habitualmente están alejados de nuestra vista. Cuando aparecen ante nuestros ojos, como el del río Guadarrama, conviene aprovechar la ocasión para mirar la foto global.
Imagen: Autora_Mercadillo en Lucca, 2012.