Bajo este calor que aprieta, maldito primo,
el médico,
me ha mandado un regalo envenenado.
Sí, tengo un primo que en sabiendo mi estado
hoy me manda un videoregalo de sus vacaciones,
de lugares donde perderse, de ensueño, lo sabe
y lo peor es que sabe mi estado y en sabiendo
como sabe, el calor hace que uno no se queme
sino que hierva como al sol dos huevos duros.
La primera, apunta bien a las dos prietas colinas
que tiene delante y allá un poco más el horizonte,
gira hace un requiebro y me enseña dos cumbres
donde bailan las criaturas al son del oleaje.
Sigue su periplo estival, y ahora parece aparece
en unas cuevas de techo, que decir, abovedado
con sus grutas y sus arcos, y un va y ven llevado
al ritmo así como de arriba abajo, feliz, encantado.
Por si fuera poco, avanza a su nuevo destino
más cálido, más suelto todo, mucho más liviano
más a ritmo de bum bum, más con ondas suaves,
brisa, aire, viento marinero, viento de verano.
Siguiente, tosco, vulgar, no me gustan esos parajes.
Se ve que ha viajado a la playa, mi primo el doctorado
pues contrasta desde la playa con el mar alejado
un maremoto dulce y suave, un paisaje ansiado
querido, requerido por uno que anda falto y acalorado.
Panteras, leopardos, guepardos, felinos, Kenia
que belleza de animales, rápidos alegres y rotundos
saltan, brincan, aúllan, gimen como se lo pasa el primo
viajando entre tanto contraste bello de paisaje.
Ahora vestido, en la madrugada, con traje de noche
se ve la luna entre dos montes esbeltos, brillantes
como en negativo lo blanco negro y negro blanco
que bonito encorsetado en las lomas del pensamiento.
Y llega el final de su viaje, ohhh la belleza salvaje
la que peina el viento, que el sol acaricia con leve
suspiro de de grave acento, que sutil, que imponente
e impresionante, que dulzura, que lugar para soñar,
para dormir y levantarse, y acostarse y dormir
y soñar y soñar y perderse y sentir la lluvia
sobre uno y no querer volver a despertar nunca.
Sí, tengo un primo que en sabiendo mi estado
hoy me manda un video de sus vacaciones,
de lugares donde perderse, de ensueño, lo sabe
y lo peor es que sabe mi estado y en sabiendo
como sabe, el calor hace que uno no se queme
sino que hierva como, al sol, dos huevos duros.
Maldito médico,
mi primo,
por no decir ¡qué cabronazo!