Foto: El Infante Don Carlos, de Velázquez (1627)
Autor: Carlos Baltés Horche
Establecer un vínculo entre las palabras que dan título a estas reflexiones no es muy habitual puesto que puede parecer a primera vista que ambas materias son por naturaleza muy distantes entre sí. En efecto, el mundo de la economía requiere precisiones concretas si se quiere avanzar con provecho en sus predios habituales. Mientras que si se habla de estética los criterios y fórmulas usuales en ese ámbito tal vez sean más subjetivos dado que responden a gustos y apreciaciones individuales o colectivas que surgen de preferencias no siempre susceptibles de ser razonadas con precisión. En cualquier caso, preciso será establecer los objetivos fundamentales de ambas materias a través de sus propias definiciones como conjuntos autónomos conformados a partir de sus respectivos saberes.
En el caso de la economía podemos recoger su definición más clásica y sintética: Es la utilización de recursos escasos o limitados susceptibles de usos alternativos con objeto de producir bienes y servicios que cubran las necesidades humanas. A partir de esta definición se puede extender y ampliar toda la configuración de la economía a través de múltiples perspectivas como son: los agentes intervinientes, las áreas de actuación, las fases de los procesos, los sectores económicos, los factores productivos, los diversos sistemas globales y un largo etcétera que contempla la totalidad de las necesidades humanas y los procedimientos para procurar su satisfacción. En definitiva, la economía busca la gestión ordenada y racional de los recursos disponibles para dar la respuesta óptima a las diferentes demandas sociales. Por otro lado, la economía se relaciona con otras ciencias, especialmente con el derecho, la política, la sociología, la antropología, la psicología, la historia y, cómo no, con la tecnología.
Sin embargo, entre esas diciplinas que se han mencionado no aparece de momento la estética. ¿Es que ésta última materia no tiene nada que ver con la economía? Trataremos de ofrecer una respuesta a esta cuestión.
¿Qué es, pues, la estética? ¿Es acaso un medio que puede mejorar la vida a los individuos que conforman las sociedades humanas? ¿Sus aportaciones, componentes y vigencias ofrecen respuestas y satisfacción a las personas presentando, a su vez, un valor de intercambio de naturaleza económica? ¿Tiene el mundo de la estética un valor que satisfaga una necesidad que se pueda cubrir en un mercado? Si la respuesta a estas preguntas es sí, no cabrá duda alguna de que podremos hablar de una economía de la estética.
Para ello habrá que identificar qué es lo que se entiende por estética. Inicialmente puede decirse que responde a una necesidad, la necesidad de vivir entre la Belleza que tiene el ser humano. Esta afirmación se puede entender muy bien desde la contemplación de la naturaleza. En efecto, en el otoño los bosques caducifolios se llenan de colorido como consecuencia de la falta de luz que se produce en los cortos días que se imponen en esa estación, de manera que la fotosíntesis en esa época ya no les va ayudar demasiado a mantener sus masas arbóreas que van perdiendo poco a poco sus hojas verdes por la falta de clorofila surgiendo en ese proceso un precioso y espectacular colorido. Es decir, la belleza otoñal tiene su origen en una necesidad real de la naturaleza, de modo que la belleza nunca es superflua ni prescindible dado que ayuda a mejorar la vida humana y esta circunstancia real no se puede desconocer. La propia naturaleza señala el camino a todos los seres vivos y entre ellos a los humanos, que están dotados de una condición dinámica que les permite la adaptación al medio y una sensibilidad que reside en su cerebro a través de las conexiones neuronales que lo conforman. Es en esta conciencia -llamémosla así- donde habita la necesidad y la percepción de la Belleza, que no es otra cosa que la Armonía Absoluta en la naturaleza y en la vida humana. Fue el filósofo alemán Alexander Baumgarten quien en el siglo XVIII utilizará el término estética por primera vez, señalando que es ésta la Ciencia de lo Bello y a la que se accede a través del conocimiento sensorial.
La palabra “estética” deriva originalmente del griego aisthesis, que indica un conocimiento sensible que va dirigido a tres manifestaciones fundamentales de la vida civilizada: 1º. El Arte, que es una expresión creativa donde se plasman emociones, sentimientos y percepciones sobre la realidad a través de recursos plásticos, lingüísticos y sonoros, de forma que el Arte será reconocido finalmente como una obra de la sensibilidad y de la actividad intelectual. 2º. El segundo componente de la estética vendrá dado por la Elegancia, que no es otra cosa que la ley sin perder la libertad como señala el filósofo Eugenio d´Ors, un término aquel que procede del latín elegantia, que es sinónimo entre otros de eligere, es decir: elegir, escoger, y al escoger nos enfrentamos al hecho fundamental de la inteligencia que implica un proceso de permanente elección, de elegir la mejor alternativa entre las que se presentan. La Elegancia es, pues, también elección, elección de una combinación entre diversos factores estéticos y morales que posibilitan la armonía, el buen gusto y la mutua cortesía. En definitiva, la Elegancia no es otra cosa que un precipitado salido de la Inteligencia. 3º. Por último, se encuentra la Ética, que tiene su origen en la palabra griega “ethos”, que significa comportamiento. Es decir, la Ética señala y califica la conducta de las personas. De manera que el buen comportamiento, el ético, se puede calificar asimismo de “estético”, mientras que el mal comportamiento, el no ético, sería en verdad antiestético. Y es que la ética -que forma parte de la estética del comportamiento y de las relaciones sociales- es muy importante en el mundo económico y empresarial y por tanto forma parte de la economía de la estética. En definitiva, la ética es también la elegancia en el comportamiento, pues así se puede calificar la acción cuando se cumple la palabra dada. De modo que el denominado juego limpio se puede calificar de elegante. Recuerdo a un gran profesor de economía que señalaba la extrañeza de algunos empresarios de Sudamérica ante la falta de fuerza de las economías de sus países que, siendo éstos potencialmente ricos mostraban, sin embargo, un futuro incierto… “No se extrañen de ello -dijo el profesor- eso ocurre cuando se olvida el código de comercio y la palabra dada”. Es el comportamiento ético el que da muchas veces la respuesta a la evolución de la economía. Y es que sin ética no hay progreso.
Y si vamos a hablar de la economía de la estética deberemos dirigir especialmente la atención a las Bellas Artes empezando por la Escultura, la Pintura y la Arquitectura, muy presentes siempre por su especial permanencia y estabilidad, para seguir después con la Literatura, la Música, la Danza, el Cine y la Fotografía, poseyendo este segundo grupo de Artes una configuración particular que le distingue de las anteriores por una presencia discontinua y singular, aunque muy habitual para los diferentes grupos sociales. Todas las Bellas Artes son accesibles a través de los sentidos superiores, es decir: la vista y el oído, mientras que los denominados sentidos menores: gusto, olfato y tacto permiten el acceso a las Artes denominadas menores: la gastronomía, la perfumería y la artesanía, que muestran actualmente una creciente importancia económica y social. En todas las Artes mencionadas se pueden aplicar las bases económicas y sociales de lo que hemos denominado economía de la estética, que tratará de alcanzar una síntesis de los valores del equilibrio económico apoyándose simultáneamente en dos factores que deben de saber convivir: Por un lado: la libertad y por el otro: la norma. Un camino complicado a veces pues como escribió Goya: El sueño de la razón produce monstruos… En cualquier caso, con lo dicho anteriormente creemos que queda justificada la propuesta de una economía de la estética que se fundamenta en los Principios que siguen a continuación.
Principios básicos de la economía de la estética
- Principio 1º: Saber elegir. La elección es un proceso fundamental de la economía porque cuando no hay posibilidad de elección no es posible la disquisición racional en la búsqueda del camino óptimo. La mejor elección es el objetivo básico del comportamiento económico. Cuando no hay la posibilidad de trazar caminos alternativos para un fin concreto estaremos simplemente ante un proceso de naturaleza técnica. Asimismo, sabemos ya que detrás de toda estética se encuentra la inteligencia y la posibilidad de elegir.
De lo anterior se desprende la importancia de la libertad de acción tanto en el proceso económico como en el ámbito propio de los valores estéticos señalados más arriba. De modo que vivir es mantenerse en un proceso permanente de elección de la mejor alternativa entre las que se presentan. La imbricación del arte y la ciencia tienen una función importante en la vida humana y en la sociedad, de manera que la elegancia y el buen gusto, toda estética, en definitiva, no son un lujo como a veces se piensa sino una necesidad.
- Principio 2º: En las artes decorativas todo lo que no suma resta. Es decir, no se puede añadir a un conjunto preexistente correcto algo que carezca de verdadero valor estético. No hay nada más inútil que la presencia de lo que sobra. La economía y el buen gusto siguiendo los patrones de la belleza deben suprimir siempre lo superfluo.
- Principio 3º: En el arte y en la vida cuando no se puede alcanzar la épica o la lírica, sólo queda el plato frío del costumbrismo.
- Principio 4º: Mejor menos que más. Esto se explica entendiendo que la economía es una ciencia anti-intuitiva, de modo que en ocasiones la mejor solución queda disfrazada y sin aplicar. Y es que la belleza y la armonía supinas pueden ser paralizantes o inanes para quien carece de un criterio formado.
- Principio 5º (Corolario del 4º): La delgadez está más cerca de la armonía que la obesidad. Pues nunca mucho de nada.
- Principio 6º: La tasa de conocimiento y aplicación de los principios estéticos es función de la imitación y la observación acumuladas en la vida social. En el fondo la estética se nutre de mirar y reflexionar reconociendo no obstante que el mimetismo social debe ser franqueado por la variedad creadora.
- Principio 7º o de la sabiduría: a) El dinero se adquiere, con la elegancia se nace. b) Siempre debe valorarse la “primera impresión”, pues ésta tiene un valor incalculable y generalmente descubre la verdad. c) Si en una exposición se siente la atracción por una obra hay que volver a ella porque posiblemente revelará un secreto inesperado: guarda una simetría d) La originalidad tiene tal vez el encanto de lo novedoso, pero finalmente suele ofrecer escaso recorrido. e) Huyen los Honores de quien los busca y buscan a quien los huye, señaló el sabio Saavedra Fajardo. f) Amemos a la Patria, aunque sólo sea por sus merecidas desgracias, recordó el grande y perspicaz Ramón y Cajal. g) Finalmente, ante la disyuntiva de las naciones de conservar o de adquirir nuevas posesiones e influencias, los inteligentes Montesquieu, Areilza y Castiella decretaron que: Adquirir es el único medio para conservar.
- Principio 8º o de la “econometría” de la estética: Así es la aritmética de los Recursos: la comida que se reparte, decrece, el dinero que se distribuye, disminuye también. Sin embargo, el conocimiento que se enseña se multiplica y lo mismo ocurre con los intercambios: las alegrías que se comparten aumentan y por, el contrario, las penas compartidas disminuyen. Hay, pues, que saber repartir y compartir. Y es que la estética es una síntesis de la Belleza de las Artes y de la Ética de las personas, pues ambas poseen un servidor fundamental: la Inteligencia. De modo que el contacto con los valores estéticos nos obliga a ser mejores y a emplear la inteligencia. Por eso algunos no los pueden resistir, pues la estética en las actitudes y en los comportamientos son en nuestra época valores discutidos. Sí, ambos representan un ideal en un tiempo sin ideales.
- Principio 9º o la política económica de la estética: Recoge este principio las acciones necesarias para alcanzar un mayor nivel estético en una sociedad. Sabido es que en nuestro siglo vivimos una Época Feísta, lo que exige elevar el tono y la altura de las costumbres sociales, para hacerla así más vivible, más bonita, menos soez, más interesante y ordenada. En definitiva, alcanzar una vida más culta y amable para todos, tanto para los propios españoles como para los que nos visitan. Es muy necesario el acopio de recursos públicos que garanticen el buen estado de las ciudades españolas, así como los monumentos artísticos que en España son incontables y de gran nivel histórico-artístico.
La política económica de carácter estético exige en ocasiones realizar determinadas acciones concretas sobre el patrimonio histórico y artístico que deben ser siempre muy meditadas. En otros momentos, sin embargo, posiblemente lo mejor puede ser… no hacer nada. Recuerdo haber oído la contestación que dio el presidente Valéry Giscard d´Estaing cuando le preguntaron qué iba a hacer con los terrenos recién comprados por el Estado Francés en la Costa Azul. La contestación fue muy clara: ¡Nada! ¡Absolutamente nada! Y es que a veces en las cuestiones estéticas la mejor opción para proteger un valor concreto es no concebir ningún proyecto sobre él. Por tanto, el cuidado y el respeto hacia los paisajes y otros enclaves españoles, que son tan variados como magníficos, exige una meditación lúcida; de forma que primero la planificación y después la acción. Asimismo, los Museos deben recibir una atención constante en sus colecciones y edificios. De igual manera, es muy importante ofrecer un alto nivel en la ejecución y la solemnidad en las ceremonias y los actos públicos realizados por el Estado y las administraciones públicas, dado que las formas bien diseñadas resaltan el fondo de las acciones y actos programados. Pertinente será también que los cuidados sobre el patrimonio español a cargo de particulares se reconozcan con desgravaciones fiscales. Eso sí, éstas deben quedar condicionadas al claro cumplimiento del interés general.
- Principio 10º o de la estructura económica de la estética: En este último principio que trata sobre la economía aplicada de la estética consideraremos inicialmente un polinomio de diversos términos constituido por el conjunto de los valores artísticos e históricos de España añadiendo a éstos -que conforman el bagaje cultural y monumental español- también su geografía, su clima, su ubicación geográfica, su gastronomía, su calidad de vida y como no, las costumbres y fiestas que muestran la personalidad de sus gentes. Este polinomio se convertirá en una ecuación si disponemos un signo de igualdad al final del mismo y establecemos al otro lado la equivalencia del número de visitantes extranjeros multiplicado por los gastos totales que realizan en nuestro país, lo que constituirán los ingresos totales producidos anualmente por el sector económico del turismo. Sabido es que el turista valora especialmente la seguridad del destino, las prestaciones que recibe y una buena relación calidad-precio en su visita junto a los otros factores señalados anteriormente.
Así en el año 2023 España superó los 85 millones de turistas, con un incremento del 18,7% respecto al año anterior lo que representó un ingreso de 186.596 millones de euros, que supusieron en ese ejercicio el 12,8% del PIB español. En 2024 y durante los 7 primeros meses se recibieron unos 54 millones de visitantes equivalentes a un 12% más que en igual periodo del año anterior. Se estima que para el presente año de 2024 se superen los 100 millones de turistas, estimándose que los ingresos por turismo alcancen al 13,5% del PIB total español, el cual para ese mismo año se situará previsiblemente sobre los 1,6 billones de euros. Hay que señalar no obstante la necesidad de mejorar el nivel de nuestro turismo como antes se ha señalado propiciando la llegada de visitantes de alto poder adquisitivo ofertando para ello los mejores servicios posibles. Este es un objetivo razonable a cargo de los profesionales de sector y también de los poderes públicos pertinentes. Hay que reducir, por tanto, el turismo autofágico, que es aquel que se lleva prácticamente lo que trae.
En este orden de cosas hay que señalar que España forma junto con Italia el grupo de los dos países con mayores patrimonios histórico-artísticos del planeta. Se estima que Italia posee el 40% del patrimonio histórico-artístico mundial. España le sigue a continuación con una posesión del 30% de ese Patrimonio Mundial. Finalmente, el 30% restante se reparte entre los demás países de la Tierra. Esta primacía se mantiene también en el número de declaraciones de Patrimonios de la Humanidad por parte de la UNESCO.
Dentro de los términos del polinomio que estamos estudiando hay que destacar la espléndida labor que realiza “Hispania Nostra”, que está dedicada, como es sabido, a la conservación de un importante patrimonio histórico-artístico y natural como es el español. Con los criterios que “Hispania Nostra” establece sobre los patrimonios material e inmaterial y el seguimiento que hace de los mismos a través de sus listas de patrimonio en peligro (Rojas), patrimonio que se salva (Verdes) y patrimonio que perece (Negras), así como con la institución de los diversos premios y actividades que promueve para el conocimiento y cuidado de nuestro patrimonio, lleva a cabo una encomiástica labor propia de una verdadera economía de la estética.
De manera que con el resto de los términos polinómicos ya señalados se puede decir que el Turismo es y será uno de los principales apoyos económicos y culturales que posee la economía española, que se asienta en su maravillosa geografía poseedora de una fauna y una flora espectaculares y muy diversas, así como en la existencia de un clima benigno generalmente. Asimismo, este sector se sustenta también en la posesión y práctica de la mejor gastronomía del mundo en base a la calidad y diversidad de sus productos y al excelso nivel alcanzado por su cocina.
De forma que en España los valores estéticos tal y como los hemos definido aquí son y pueden ser cada vez más rentables, de modo que la estructuración de una inteligente política económica de la estética es muy importante y necesaria, debiéndose por ello ser propiciada y fortalecida de manera creciente. La promoción y defensa de los grandes valores artísticos y culturales de España deben dar lugar a una política económica inteligente y bien estructurada de cara al futuro, porque un Turismo bien gestionado no sólo será nuestro principal sector económico, sino que además ayudará a conformar el llamado “poder blando” de España, que en 2024 ocupa el puesto 11de ranking mundial, según el Global Soft Power Index 2024.
Consideremos finalmente dos casos particulares de la economía de la estética:
- El lujo: ¿Pertenece a la economía de la estética? Es, sobre todo, pura economía.
- El ceremonial y la etiqueta: ¿Son economía? No, son estética, pero con resultados económicos a posteriori.
Veámoslo:
- ¿Qué es el lujo? La Real Academia Española lo define así: Abundancia en el adorno o en las comodidades a través de objetos suntuosos. También señala la abundancia de elementos o medios que superan los medios normales. Asimismo, se resalta la excelencia, la exquisitez y la calidad extraordinaria de los materiales empleados en los bienes fabricados. Estas son definiciones al uso que se pueden calificar también con sinónimos diversos como: la suntuosidad, el boato, la opulencia, la ostentación, etc.
Pero ¿qué hay detrás de estas consideraciones? Indudablemente, la humana pretensión de ser más feliz y de añadir mayor bienestar a la vida a través de bienes como las casas, las posesiones, los coches, los barcos, la ropa. Es decir, toda la amplia gama de lo que se puede desear. Podíamos señalar dos líneas en las preferencias: 1º. Artículos: moda, relojes, joyas, accesorios diversos, y, por supuesto: la belleza y el arte. 2º. Estilos de vida: coches y aviones particulares, mansiones, viajes, la gastronomía y sus productos exquisitos.
Y precisamente son determinados grupos empresariales especializados los que satisfacen esa demanda exigente, pues ellos fabrican y ofrecen todo lo que los poseedores de grandes fortunas y posiciones precisan y desean. ¿Cómo lo hacen? Practicando una diferenciación de precios en los productos y también una diferenciación en los propios productos. En definitiva, llevan a cabo una diferenciación de su oferta. Esto se ve muy claramente en los fabricantes de coches, pues se dieron cuenta que hacer un solo modelo de automóvil limitaba sus ganancias porque habría clientes dispuestos a pagar más por coches que ampliaran sus prestaciones. De ahí que las casas fabricantes de automóviles fueran ofreciendo diversos modelos diversificando crecientemente los precios y las subsiguientes prestaciones. Hoy las grandes casas fabricantes de objetos de lujo generalmente ya sólo ofrecen altas gamas en su productos y servicios porque sus precios se han despegado totalmente de los costes de producción, de manera que los precios finales se ajustan simplemente a lo que los compradores están dispuestos a pagar.
Veamos algunas cifras de estos sectores del lujo. El mercado mundial del lujo se cifró en 2023 en 392.000 millones de dólares, siendo Estados Unidos el primer mercado del lujo con 83.300 millones de dólares seguido de China. En ese año los potenciales grandes compradores del lujo poseían unas fortunas conjuntas de 12,7 billones de dólares amasadas por 2640 millonarios distribuidos en 77 países. De esa lista, 1.188 millonarios procedían de Asia, 887 de América, 501 de Europa y de África, 14. Y es que esas grandes fortunas, vinculadas generalmente con el desarrollo de Internet y la tecnología digital, aunque no exclusivamente, presentan un valor colectivo de 4,5 billones de dólares en los Estados Unidos, seguido por la China con una cifra colectiva de 2 billones de dólares, apareciendo a continuación la India con un valor colectivo de grandes fortunas de 675 mil millones de dólares. En la actualidad posiblemente sea Elon Musk el hombre más rico del mundo poseedor de una fortuna vinculada a diversas tecnologías punteras. Éste es seguido por Bernard Arnault, quien fue con anterioridad el más rico de los hiper-ricos, de forma que este último es precisamente el mayor exponente y aglutinador de la industria del lujo. Al fin y al cabo, parece lógico que el mayor suministrador de productos del lujo del mundo sea también un miembro muy destacado del club de las grandes fortunas.
- El ceremonial y la etiqueta. ¿Qué representan ambos dentro de los parámetros que venimos utilizado? Evidentemente los dos conforman claramente una estética y son en principio una práctica generada por la civilización y la cultura. El primero, supone a un acto social y solemne marcado por un proceso que sigue unas pautas establecidas previamente. La ceremonia suele guardar en su origen ritos ancestrales basados en tradiciones y valores simbólicos. Mientras que la segunda implica un conjunto de reglas a cumplir en determinadas ocasiones en relación generalmente con la vestimenta y siguiendo normas fijadas por un protocolo establecido.
Sin embargo, la pregunta complementaria podría ser: ¿tienen los dos repercusiones de naturaleza económica aunque su sentido inicial no sea el estrictamente económico? En nuestra opinión, innegablemente. Representan un gasto adicional en principio, aunque su establecimiento social y político supone a corto plazo el prestigio y, a medio y largo plazo, la aparición subyacente de importantes ingresos. Que se lo pregunten si no a los británicos con sus fastuosas ceremonias dado que ellos dan más importancia al dinero que nosotros los españoles, y a pesar de que el signo del dinero y la riqueza por antonomasia es el representado por el signo del dólar: €, que se gestó con las famosas barritas copiadas de las llamadas Columnas de Hércules que aparecían en el antiguo real de a ocho español, el cual fue la primera moneda de reserva de la historia. En definitiva, es esa vitola de orden y de elegancia que representan la etiqueta y las ceremonias lo único que le falta a nuestro turismo para alcanzar los más altos niveles de ingresos y de prestigio. Merecería la pena que los responsables de la imagen de España estudiaran estas cuestiones porque el asunto no es baladí.
Daremos algunas ideas al respecto. El ceremonial exige el orden en detrimento de la confusión, precisa de la simetría dentro de la variedad y los contrastes. Asimismo, las reglas establecidas -tan importantes siempre- deben ser conocidas y aplicadas en todo momento. De igual forma, en el desarrollo de las ceremonias debe imperar la razón y la lógica, pues no se debe improvisar nunca.
También la etiqueta tiene su razón de ser. Empezando por su obligado cumplimiento cuando la misma se define y se exige. La etiqueta representa un código de usos y costumbres que no sólo se dirigen a la vestimenta sino también a la actitud personal. Señalemos su etimología: viene la palabra “etiqueta” de estiquete, señal escrita y fijada con una estaca o clavo. Es decir, señala en principio la presunción de inamovible, sin cambios. Asimismo, se estima preferentemente que procede del alemán: Stikken (puntiagudo), encontrándose su origen en el siglo XIV. Por último, señalaremos que las diversas etiquetas juegan también en los ceremoniales, de modo que aquéllas deben ser ordenadas según las prevalencias establecidas en los mismos.

Economista por la Universidad Complutense de Madrid. Tras su dedicación primera a la Banca y la Industria, desarrolla su labor como escritor con diferentes obras de pensamiento y literatura a través Ensayos, Novelas y Cuentos.
Con su último libro, Escrito por el Tiempo (2018), culmina su trilogía sobre el tiempo que inició con el ensayo El Mundo Transformado y con la novela Retorno a Marbella.






