“¿Cómo se las arregla la gente para encontrar un empleo nuevo? Supongo que recurren a sus amigos; yo no tengo amigos, Hay mucha gente que no tiene amigos, que debe arreglárselas sola y valerse por sí misma; ¿a quién recurre esa gente? (…)”.

Charlotte Brönte escribió estas palabras en 1847, en su obra Jane Eyre. He decidido tomarla prestada para introducir el tema que vamos a tratar hoy:  cómo los “enchufes” de personas sin formación están deteriorando considerablemente nuestro patrimonio documental.

Lector, lectora, no, no me he vuelto loca. De hecho, por suerte o por desgracia, lo he visto con mis propios ojos. Grandes empresas se han unido a la ‘moda europea’ de la digitalización, sin tener ni un ápice de cariño hacia nuestra historia. Sus empleados son contratados con el único objetivo de producir como máquinas, incluso si para ello deben saltarse el 99% de la normativa de Archivística y Patrimonio.

Resulta vergonzoso saber que ninguna de estas personas conoce la existencia de dichas leyes. Se les contrata bajo una completa y absoluta ignorancia. ¿Cómo van a entender el valor real de lo que tienen entre sus manos, si nadie se lo explica? Meten en los escáneres la documentación deprisa, sin importarles si algo se rompe o se pierde, tratando de cumplir con los objetivos que se les han impuesto, porque tienen que llevar dinero a sus hogares. No saben lo que es un balduque, y mucho menos cómo atarlo, así que hacen lo que pueden con lo que tienen. Contratan a superiores que tampoco tienen ni idea de la protección del Patrimonio, nuevamente mucho menos de cómo manipularlo, y aún menos de enseñar a sus empleados. No pueden predicar con el ejemplo porque no lo tienen ni para ellos mismos.

Lamentablemente dos siglos después, el mundo continúa funcionando por “enchufes” de personas que en la mayoría de los casos, ni saben ni quieren aprender, porque debido a ese “enchufe”, creen gozar de total impunidad. Y lo más triste de todo, es que, también en la mayoría de los casos; llevan razón. Son intocables. No importa si tiran documentación a la papelera, si la pierden, la rompen, comen o beben sobre ella… No van a ser castigados. Sus actos no tendrán consecuencias por ser “amigos de”. De hecho, se les va a favorecer por encima de los que sí saben lo que hacen (o los que quieren aprender), a quienes les importa la preservación y la seguridad de los documentos. Porque no, poner a un guardia con pistola a vigilar no es suficiente, si las personas encargadas de su gestión son sus propios verdugos. ¿Qué va a hacer el personal de seguridad? ¿Dispararles?

Cada crujido de papel que escucho, cada documento foliado que veo en la basura, me resta años de vida. Nos la resta a todos, de hecho, porque se está alterando nuestra memoria colectiva. Cuando te deshaces de un telegrama foliado porque no te apetece digitalizarlo, no te estás dando cuenta de que un hijo, un bisnieto, una abuela… pueden estar moviendo cielo, tierra, mar y aire para encontrarlo. Trabajas para servir a los demás. Quod Omnes Tangit. Cada persona tiene un pasado, una historia personal, necesidades. Puedes haberte cargado el único telegrama que demostraba que un padre llegó vivo a X país. ¿Sabes lo que significa para esa hija que no sabe lo que le ocurrió a su padre, y que no ha podido dormir tranquila desde hace más de 40 años? ¿Y qué pasa con ese señor que está a punto de fallecer y quiere saber qué fue de su mejor amigo de la infancia? ¿De verdad no os hacéis una idea de lo importante que es lo que tenéis en vuestras manos? ¿Del privilegio que supone darle paz a las personas? La mujer que aparece en la fotografía que sostienes como papel de fumar,  fue (o es) muy querida por alguien. ¿Acaso no importa? Nadie se para a reflexionar sobre estas cuestiones porque lo único que hacen, que están obligados a hacer; es trabajar lo más rápido posible para que no les despidan.

Deberíamos entonces preguntarnos, ¿quién tiene realmente la culpa? ¿Los empleados que no han sido formados? ¿Aquellos que les contratan sin enseñarles o sin despedirles cuando hacen las cosas mal repetidamente? ¿Las altas esferas que permiten, o incluso incentivan que esto ocurra? Al menos sabemos que el personal de seguridad no tiene la culpa. ¿Qué pensaría Antonia Heredia o Cruz Mundet? No se están respetando las investigaciones de sus vidas, y no puedo quedarme callada (como hacen todos, por miedo) ante semejante injusticia. Esto tiene que terminarse ya. Tenemos el personal formado (ese que nunca logra aprobar las oposiciones de Archivo porque cada día las ponen más difíciles), pues utilicémoslo para los fines para los que se han preparado. Si no cambiamos la forma en que se hacen las cosas, nos quedaremos atascados en el pasado, y eso perjudica nuestro patrimonio documental.

“Pero el miedo a la innovación, en este país, se extiende a todo. Este es solo un miedo encubierto, la timidez aprensiva de babosas indolentes que custodian, cubriéndolo de cieno, el cómodo lugar que consideran una propiedad hereditaria, y comen, beben y disfrutan, en vez de cumplir sus deberes, con la excepción de unas formas vacías, para las que fue dotado. Estas son las personas que más vigorosamente insisten en que se obedezca la voluntad del fundador, clamando contra toda reforma, como si fuera una violación de la justicia“.

Bibliografía