Foto principal. Vista aérea del promontorio de Punta de la Fontana de Xàbia. Imagen obtenida de Google Earth.

Sobre un promontorio rocoso bañado por las aguas del mediterráneo, oteando el horizonte en pleno centro de la bahía delimitada por los cabos de San Antonio y San Martín, se alzó en época romana una suntuosa villa marítima en la que hoy en día es la localidad costera de Xàbia, en Alicante. Así lo revelan los materiales y estructuras recuperados en una excavación de urgencia que tuvo lugar entre 1963 y 1964, cuyas características denotan una fastuosidad tan solo atribuible a la residencia de un miembro de la aristocracia romana del momento. Entre estos, destaca el gran estanque rectangular excavado en la roca del promontorio, situado a unos 30 metros de la línea costera y comunicado con el mar mediante dos canales igualmente excavados, cuya función, tal y como han podido determinar los arqueólogos, habría sido la de vivero para la cría y conservación de pescado.

Las villae marinae fueron un fenómeno arquitectónico y cultural que causó furor entre la aristocracia de finales de la República, época en la que tuvieron su máximo desarrollo. Estas lujosas residencias se emplazaban en enclaves por lo general elevados y de gran belleza paisajística, orientados hacia el mar. La mayor concentración, en el caso de la península itálica, se encuentra salpicando la costa tirrénica, entre Roma y la bahía de Nápoles. El germen de este modelo de residencia puede atribuirse a la conquista romana de Grecia; con el contacto entre las dos civilizaciones, los arquitectos romanos quedaron fascinados por las estructuras de los jardines, peristilos y terrazas de los monumentales templos y edificios públicos helenísticos, e idearon entonces un modelo de villa que aunaba la pars urbana con la pars rustica, incorporando esos fastuosos elementos. Con ello pretendían crear espacios en sintonía con el entorno natural que los rodeaba, dedicados no solo a la producción agrícola y ganadera, vitales para el abastecimiento, sino también, y especialmente, a la contemplación y el disfrute estético del paisaje y la naturaleza. Un modo de vida idílico y refinado (otium) alejado del bullicio y las constricciones de la ciudad (negotium), impensable hasta entonces en la austera y tradicional Roma republicana. Así, las villas marítimas se convirtieron en un símbolo de opulencia y prestigio social y político entre las clases más pudientes. En el caso de las provincias, donde la aristocracia seguiría la moda de sus homólogos en la península itálica, estas villas funcionaban además como “marcadores de romanización”, al mostrar la preferencia de los locales por la arquitectura y el estilo de vida romanos.

Entre ellas, eran especialmente apreciadas las que incorporaban piscinae dedicadas a la cría y conservación de pescado vivo, como es el caso de la villa de Xàbia, ya que era un negocio muy lucrativo en la época. Además, las piscinas cumplían también una función estética y contemplativa, en línea con el otium inherente a estas villas. Por ello, a pesar del alto coste que implicaba su construcción y mantenimiento, se consideraban elementos de lujo que aumentaban aún más el valor del inmueble y, con ello, el prestigio social de su propietario. Tal fue la obsesión de la aristocracia con estas villas con viveros que incluso fueron objeto de críticas, entre ellas, quizás la más ilustre, la del mismísimo Cicerón, que designaba a sus propietarios con el jocoso y despectivo nombre de piscinarii nobiles y les reprochaba que se preocuparan más por sus viveros y sus peces que por los asuntos del Estado.

El vivero incorporado a los jardines del chalet del ministro Mariano Navarro Rubio. Fuente: Museo Arqueológico y Etnológico Soler Blasco de Xàbia.

Precisamente, el vivero es la estructura mejor conservada y más reconocible de todo el yacimiento de Punta de la Fontana y a él debe el nombre popular de Baños de la Reina o Baños de la Reina Mora, con el que se conoce también a otros yacimientos similares de la costa de Alicante. Por las características del yacimiento, la arqueóloga Gabriela Martín, que dirigió las excavaciones entre 1963 y 1964, lo identificó como una factoría de salazones. Pero durante los trabajos se hallaron otros depósitos artificiales que guardaban un sorprendente lote de materiales arqueológicos que no encajaban con los de una simple factoría: 14 capiteles de estilo toscano y jónico, 14 basas de columnas, fragmentos de fustes de columnas, tubos cerámicos, ladrillos, trozos de mosaicos bicromos, trozos de revestimientos de paredes con pintura mural y una gran cantidad de fragmentos de vasijas cerámicas, entre otros elementos. Fue el también arqueólogo Manuel Olcina, director del Museo Arqueológico Provincial de Alicante, quien más adelante, apoyándose en ese lote de materiales, determinó que lo que hubo realmente en aquel promontorio de Punta de la Fontana no fue una factoría, sino una rica villa marítima romana de finales del siglo I a.n.e. provista de viveros, a la moda de las aristocráticas residencias de la costa tirrénica, posiblemente de entidad similar a la famosa villa de Publio Quintilio Varo en Tívoli.

Esta villa habría estado también dotada de termas, ya que los tubos cerámicos y los ladrillos encontrados en los depósitos corresponden con los que se empleaban en los sistemas de calefacción de estas instalaciones. Se sabe que incorporaba además una pars rustica porque en las excavaciones se recuperaron también bases de piedra con huecos tallados correspondientes a una prensa de vino o aceite, así como pesos para redes y agujas de bronce para coserlas, que prueban la actividad pesquera de la villa. Ya solo la cantidad de capiteles, basas y fragmentos de fustes de columnas constatan que la residencia contaba con ambientes porticados, y los restos de mosaicos bicromos y de revestimientos con pintura mural sugieren estancias ricamente decoradas. Todos estos detalles, sumados a la presencia del gran vivero, vienen a demostrar que se trató de una villa de gran entidad que debió pertenecer a un miembro del más alto nivel social del momento.

Capitel jónico perteneciente a la villa romana. Fuente: Museo Arqueológico y Etnológico Soler Blasco de Xàbia.

Sin embargo, ya nada queda en pie de esa otrora suntuosa villa que atestigüe su existencia, al menos a primera vista.  Su destino fue ciertamente desafortunado: en algún momento posterior al año 150 n.e.  la villa fue destruida, posiblemente a causa de un incendio o de algún otro suceso violento. En la segunda mitad del siglo II, el lugar fue reconstruido y recuperó la actividad pesquera, pero los restos de la villa fueron arrojados en los depósitos, empleados entonces como escombreras, lo que apunta a que la villa ya no se reconstruyó. La actividad pesquera perduró hasta mediados del siglo III, cuando el lugar sufrió una nueva destrucción que, al coincidir la datación con el periodo conocido como la Anarquía Militar, es posible que se debiera a uno de los innumerables actos vandálicos de aquellos turbulentos años, de los que también fueron víctimas otros lugares de entidad romana repartidos por la franja mediterránea de la península. Más adelante, la dilatada actividad cantera del lugar supuso la erosión de las estructuras que todavía quedarían en pie, tanto de la villa como de la importante necrópolis también de época romana que se encontraba en la playa del Muntanyar adyacente a ella, y sacó a la superficie una gran cantidad de restos arqueológicos. La aparición de todos esos “tesoros” atrajo durante años a multitud de curiosos, furtivos y coleccionistas de antigüedades que no dudaron en escarbar la tierra y llevarse lo que encontraran para incorporarlo a sus colecciones particulares. Ya en época moderna, con el boom del turismo en los años 60, la zona del Muntanyar fue víctima del desenfrenado urbanismo, y los numerosos chalets que se fueron construyendo a primera línea de playa aceleraron la destrucción de la necrópolis.

Pero el golpe de gracia fue la construcción del Parador Nacional y de un chalet de lujo, que ahora ocupan el lugar de la villa, y que precisamente motivaron las excavaciones de urgencia para tratar de salvar el máximo número de materiales arqueológicos posible de su definitiva destrucción. El chalet perteneció nada menos que al por entonces ministro de Hacienda, Mariano Navarro Rubio, que adquirió la parcela a precio de saldo, sirviéndose de los privilegios de su cargo, a sabiendas de que allí podría hallarse un yacimiento arqueológico. Las estructuras que se conservaban sufrieron modificaciones para incorporarlas a los jardines y a las alas de la finca (de hecho, se cree que los viveros pudieron ser originalmente de mayor tamaño), y muchos objetos y elementos constructivos pasaron a ser propiedad de la familia, que dispuso de ellos como les vino en gana. En el caso del Parador, su construcción arrasó con la mayor parte del yacimiento que se encontraba en su parcela, dejando solo algunos muros y escaleras talladas en la roca.

4 Fotografía de Punta de la Fontana en 1965. A la izquierda de la imagen se puede apreciar la base de la prensa de vino o aceite que habría integrado la pars rustica de la villa. Fuente: Museo Arqueológico y Etnológico Soler Blasco de Xàbia

Ya nunca sabremos qué aspecto tuvo la villa y sus viveros, ni cuál fue su relevancia para la zona en la época, ni tampoco quiénes fueron sus moradores y cómo vivieron. La información histórica que guardaron sus muros, que habría sido extremadamente útil para comprender el pasado romano de Xàbia, se ha perdido para siempre en el tiempo. A día de hoy, el terreno donde se ubica el yacimiento sigue siendo propiedad privada de los herederos de Navarro Rubio, a pesar de los múltiples intentos del Ayuntamiento y otras entidades locales para que este vuelva a ser de titularidad pública.

Tan solo nos queda esperar que, en un futuro no muy lejano, este caso (junto a otros muchos) nos sirva para concienciar a la sociedad de la importancia de preservar el patrimonio histórico, en tanto que es la herencia tangible e irrepetible de nuestro pasado y nuestra identidad histórica común. Ya sea una moneda antigua, un capitel de columna o una villa entera, el patrimonio histórico no puede ser propiedad de nadie; es de todos, y las instituciones responsables deben velar por su conservación, integridad y democratización. Solo así se puede hacer justicia al legado que nos dejaron nuestros antepasados.

 

*Mi más sincero agradecimiento a Joaquim Bolufer Marqués, arqueólogo y director del Museo Arqueológico y Etnográfico Soler Blasco, por la ayuda prestada para la realización de este trabajo y por la cesión de las fotografías del yacimiento. También quiero dar las gracias al profesor David Nicholas Scott Peterson por darme esta oportunidad y por asesorarme a lo largo del proceso de redacción de esta entrada.

 

 

 

 

Bibliografía

 

Bolufer Marqués, J. (2017). La romanització a les terres de Xàbia (Vol. 1). Museu Arqueològic i Etnogràfic Municipal Soler Blasco.

Olcina Domènech, M. (2015). Los viveros romanos de la costa alicantina. En La Illeta dels Banyets y los viveros romanos de la costa mediterránea española: Cuestión de conservación (pp. 42-63). Diputación de Alicante.

Zarmakoupi, M. (2013). Private Villas: Italy and the Provinces. En R. B. Ulrich & C. K. Quenemoen (Eds.), A Companion to Roman Architecture (pp. 363-380). Blackwell Publishing Ltd. https://doi.org/10.1002/9781118325117.ch19