Este es un artículo de Roberto Serrano Fernández, alumno de la Universidad de Burgos, tutorizado por el profesor David Peterson.
El cortijo de Valdeiglesias es un Conjunto Histórico situado en la comarca del Poniente Granadino, al pie del Parque Natural se las Sierras de Tejeda, Almijara y Alhama. En él encontramos una serie de construcciones e infraestructuras que van desde el periodo nazarí hasta finales del siglo XIX. En concreto, se incluyen en él una torre defensiva nazarí del siglo XIV-XV y un cortijo de finales del siglo XVIII que consta de un edificio principal de viviendas y de numerosas instalaciones complementarias para el modo de producción tradicional que se fueron añadiendo desde paulatinamente hasta mediados del siglo XX (una fuente-lavadero, una balsa, un sistema de irrigación de las parcelas anejas, una calera, un horno cerámico, dos eras, o diversas edificaciones menores para establos, pajares o graneros, vertederos, etc.).
El conjunto mencionado se encuentra entrelazado con su entorno natural y agrícola, en un emplazamiento situado a unos 3 km de la localidad de Ventas de Zafarraya. Tradicionalmente se encuadraba en una red de conjuntos similares ahora desaparecidos o drásticamente modificados, como el cortijo de Luna, el cortijo Blanco, el de Los Pergueres, etc. Esta red se sustentaba en relaciones de complementariedad e intercambio, que articulaba el modelo de producción, económico y social de la zona hasta los grandes cambios que tuvieron lugar en la misma desde mediados del siglo XX.
Afortunadamente, son múltiples los elementos del cortijo que aún se conservan y que atestiguan esta forma de vida tradicional. Por ejemplo, la fuente-lavadero muestra cómo se canalizó un manantial natural que surgía en ese punto, y cómo su excedente de agua se conducía hasta la balsa contigua. De ella partían una serie de acequias que llevaban el agua a una de las parcelas, donde se realizaba el cultivo de regadío, mientras que otra se dedicaba al secano. En ambas parcelas se ubicaban diversas eras para el trillado del cereal, de las que en la actualidad se conservan solo dos. Esto, junto con los elementos antes mencionados (establos, pajares, etc.) o la presencia de un vertedero donde se arrojaban residuos domésticos y agro-ganaderos (en el que se pueden apreciar diversos restos cerámicos de utensilios de cocina y uso doméstico), constituyen interesantes muestras de la relación tradicional de los habitantes de la zona con su entorno y de las técnicas tradicionales agro-ganaderas e incluso constructivas (estas últimas reflejadas en la división del terreno en dos niveles, la construcción de muros de contención y escaleras entre ellas, la presencia de vías de drenaje del agua de lluvia, etc.).
Pero, además de todo esto, también se puede destacar el valor singular del otro elemento presente en el conjunto: la torre defensiva nazarí. Así, esta torre, ubicada en la parte más alta de la loma aneja al cortijo, consiste en una infraestructura de unos 3 metros de altura realizada en piedra y mortero, que formaba parte de una red de comunicaciones visuales junto con otras cinco torres de características similares ubicadas en la periferia del Llano de Zafarraya. De esta forma, esta torre supone un testimonio histórico de la red defensiva del conjunto del territorio en época medieval. Pero, además, en su entorno se han encontrado restos arqueológicos (monedas y enseres domésticos que han sido objeto de expolio en su mayoría) que sugieren la existencia de un asentamiento permanente durante el periodo de uso de la torre.
A la vista de lo expuesto, podemos ver que el cortijo presenta un interés histórico, etnológico, social y técnico y, con todo ello, un importante valor patrimonial. Sin embargo, y debido a la emigración paulatina de sus propietarios, el cortijo se encuentra deshabitado y desatendido desde la segunda mitad del siglo XX. La ausencia total de labores de mantenimiento junto con la presencia de actividades nocivas ha provocado que su estado de conservación en la actualidad sea crítico, con muchas de sus instalaciones en una situación de ruina total o muy avanzada. Por ejemplo, la humedad ha provocado que las construcciones, especialmente las techumbres de madera, hayan sufrido podredumbre y se hayan derrumbado en la gran mayoría de los casos. La proliferación de vegetación ha dañado estructuras, revestimientos, infraestructuras de riego, eras, etc. Además, la falta de acotación del conjunto ha facilitado la presencia de animales que también afectan a la integridad de las construcciones, mediante la excavación de madrigueras en sus muros o construcción de nidos que favorecen la podredumbre. Por otro lado, y en el caso de las construcciones en piedra seca, los derrumbes han provocado la pérdida de gran parte de la altura original de sus muros.
Al mismo tiempo, y aparte del expolio ya mencionado, ciertas actividades humanas también han sido perjudiciales para el cortijo. Por ejemplo, la actividad agrícola en las parcelas que se siguen utilizando condujo al desmantelamiento de la mayoría de las eras previas para ampliar la superficie cultivable, mientras que la instalación de nuevas infraestructuras de regadío supone una potencial amenaza para restos del subsuelo, un claro impacto visual y la amenaza aún mayor de las construcciones por fugas y humedades adicionales. Además, también se han llevado a cabo reformas de algunos elementos que no respetan sus características originales, como es el caso de la fuente-lavadero (cuya “restauración”, realizada en 1990, incluyó canalizaciones de plástico y mortero de cemento sobre la estructura de piedra original), o de algunas viviendas que fueron modificadas durante la etapa final de ocupación del cortijo.
A la vista de la situación actual del bien y las amenazas que presenta sería necesaria una serie de medidas para garantizar su supervivencia a corto plazo, así como otros planteamientos a medio y largo plazo que hagan viable su conservación. Dentro del primer grupo de medidas, resultaría muy positiva la adquisición del bien por el Ayuntamiento de Ventas de Zafarraya, pues la situación actual de dispersión de la propiedad impide la gestión eficiente por parte de los mismos (dicha propiedad recae sobre más de una cincuentena de propietarios de forma indivisa debido a la falta de regularización de su transmisión hereditaria desde hace tres generaciones). Una vez hecho esto, el cortijo requiere de intervenciones de urgencia para evitar que el estado de deterioro actual avance aún más. Así, deberían asegurarse las estructuras más comprometidas, delimitar el perímetro del cortijo para limitar el acceso (tanto de personas como de animales) y ponerse en marcha las estrategias de recuperación pertinentes, de manera respetuosa con las características del patrimonio existente. Por último, sería también necesario un planteamiento a medio-largo plazo para garantizar su viabilidad futura. Para ello se requeriría una estrategia de explotación que permitiese la reconversión del bien en un recurso económico autosostenible y capaz de dinamizar la economía de la comarca, como su reconversión en un museo-taller sobre los modos de vida tradicionales de la zona, que pudiese ser visitado por el público y, en especial, empleado como recurso educativo por los colegios e institutos cercanos. Con todo ello, el cortijo podría suponer un interesante recurso turístico y educativo para la zona, lo que bien podría garantizar su continuidad y su aprovechamiento futuros.
Bibliografía
- López, R. (2009). Arquitectura doméstica en la Granada moderna. Granada, Fundación Albaicín.
- Malpica, A. (2001). Las fortificaciones de la frontera nazarí-castellana. Boletín del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, n. 9, vol. 36, pp. 216-224.
- Sorroche, M.A. (2014). La Sierra de Lújar (Granada). Poblamiento y arquitectura tradicional como valores patrimoniales. Revista del Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino, n. 26, pp. 289-314.
Fuente imagen: Roberto Serrano Fernández (Universidad de Burgos).