Cada 18 de mayo, como siempre (y sin tarjeta), tenemos noticias de los museos porque celebran su gran día. Una institución abierta al público, a la sociedad y a su desarrollo que, en mayo de 2020, nos habla en la distancia, desde el otro lado de las pantallas de plasma, pero que, a la vez, se sienten muy cerca.

El Día Internacional de los Museos se celebra desde 1977 bajo el amparo de la Unesco y su Comité Internacional de Museos (ICOM). Este año tiene por tema los Museos por la igualdad: diversidad e inclusión, con la intención de subrayar ese papel social sin distinción de ningún tipo.

Para conmemorar esta efeméride pensaba redactar un artículo al uso, arrojando datos y conceptos sobre sus historias, actividades, sus colecciones, su público, su misión, su futuro… pero… estoy saturada, se habla tanto de los museos que, yo, he preferido escribirles una carta de amor.

No soy una idólatra, pero ellos gustan de oír bellas palabras (ver las cosas desde fuera es muy fácil, escribirlo y atreverse a contarlo, no tanto). En el que es su día, no podemos hacer uso de nuestra conciencia crítica, no sería políticamente correcto (algún día me atreveré con la ética museal). He de confesar que John Malkovich y su personaje en The New Pope, creado por un casi perfecto Paolo Sorrentino, tiene en parte la culpa de esta declaración de amor: (…) Vamos a amar; Amar con ternura y sin pasión, porque la pasión es el eterno enemigo de la humildad (…). La ternura es nuestra esperanza y nuestra ambición (…).

Querido Museo:

Hace tiempo que no os veo; Sé bien de las dificultades por las que vos atravesáis y las horas que Cronos os roba en tan peliaguda batalla. Mis ansías por estar a vuestro lado aumentan, aunque a veces no comprenda vuestro ajetreo y constantes apuros para nuestro reencuentro (¡son tan arcaicas las maneras que siguen usándose para atravesar vuestros quicios!). Aún recuerdo cuando paseábamos juntos de la mano y a pesar de las contrariedades, reíamos y disfrutábamos. Sólo era necesaria la voluntad, el buen hacer, la ternura… Siento nostalgia. Pero sirva hoy mi humilde y cálida misiva para felicitaros, hoy es vuestro día y el de todas esas gentes que forman nuestro vecindario y comunidad. ¿Acaso hay algo más comprometido?  

El barrio os echa de menos. Esos cafés frente a la sinagoga, junto a esa reinventada casa que atesora las delicadas manos de un pintor cretense, y cuya banda sonora se pierde entre vencejos y campanarios. Aún recuerdo esos mayos de romancero, en los que “aprieta la calor y los enamorados van a servir al amor”.

Se que volveremos a encontrarnos, aunque el destino sea injusto y haya que recurrir a ocultar nuestros rostros, podremos volver a sentir y hacer uso de aquellos versos entre Roxanne y Cyrano de Bergerac “al fin y al cabo, ¿qué es (..) un beso”?

Quiero besarte, susurrarte, palparte, escucharte… volver a llorar de emoción, sentir tus mariposas y sonreírte. Pero necesito que regreses; quiero desenvolver tus presentes, que me sorprendas con tu nueva indumentaria, deseo que esos aires de modernidad refresquen mi pálido semblante.

Aquí te espero, amado mío.

Tu eterna musa.