A diario vemos noticias sobre actuaciones de restauración en todo tipo de bienes que muestran los increíbles resultados tras dicha intervención. Nos asaltan por todas partes; en las redes sociales, en periódicos, en las noticias o en la radio. Hay incluso exposiciones temporales creadas ex profeso para mostrar paso a paso las distintas etapas que experimenta la obra mientras es restaurada. Como la muestra recién clausurada del Museo del Prado sobre la tabla flamenca La Fuente de la Gracia.
Otra manera un tanto novedosa es la restauración in situ. Algunos museos se han sumado a la moda de restaurar los cuadros en la propia sala del museo, para que el visitante pueda ver a los restauradores como si fueran unos animales tras una jaula de cristal. Debemos de confesar que esto nos encanta, poder ver in situ un trabajo tan minucioso y contar que hemos sido testigos de un acto casi sacro. Otras instituciones han apostado por un salto cualitativo en el tradicional concepto de visita patrimonial. La Catedral de Santa María estrenó un programa bajo el nombre de Abierto por obras, donde el visitante se sumergía durante la visita en el trabajo diario de las obras de rehabilitación de la catedral victoriana. Este hecho obtuvo tales resultados que otras instituciones rápidamente se sumaron a esta iniciativa, teniendo que registrar la Fundación Catedral de Santa María la idea bajo el nombre de Abierto por obras.
Es tan atractivo que nos olvidamos de que cuando un bien tiene que ser restaurado, realmente está sufriendo un proceso traumático y que, en cierta manera, debilita el estado natural de la obra. Desde finales de la II Guerra Mundial y hasta la actualidad se aboga por la conservación preventiva para evitar la intervención directa sobre el bien. Para ello simplemente es necesario la identificación, detección y control de los factores de deterioro de los bienes culturales, con el fin de minimizar sus efectos en los mismos. Es decir, controlando por ejemplo la temperatura, la humedad, la luz y otros siete factores externos más que rodean al bien, somos capaces de disminuir de forma drástica la necesidad de una futura intervención. Y si bien hasta aquí todo parecen ventajas ¿Cómo es que muchos de nosotros desconocemos esta práctica? Al mantenerse el estado de la obra sin llegar a degradarse los resultados no son tan tangibles como tras una restauración, por ello, incluso al tratarse de una práctica mucho más económica. No es lo mismo decir que has invertido 10.000 dinero para la recuperación de un edificio, a destinar 10.000 dinero en sustituir la iluminación de halógeno a led, o comprar aparatos que nos permitan llevar un control de las condiciones climáticas.
Fuente fotografía: El Mundo
Es una joven madrileña apasionada del arte y la cultura. Graduada en Historia del Arte por la Universidad Autónoma de Madrid, actualmente cursa el máster en Conservación de Patrimonio Cultural por la Universidad Complutense de Madrid. Ha participado en proyectos de gestión y difusión cultural, y como colaboradora en la Lista Roja de Hispania Nostra.