El señor Cayo no fue otro que Don Segundo Alcalde Portero. En las primeras elecciones democráticas, igual que en la película basada en el libro, fue el único votante del pueblo, en calidad de alcalde, juez de paz, alguacil y todo lo demás. Poco después del 77, ley de Reforma Política, el poblado se quedó sin habitantes para siempre. Modernizar España y despoblarla fueron la misma cosa. Nunca había dispuesto de pozos o aljibes, así que el agua había que subirlo en borrico por su escarpada ladera, quizás una vieja calzada romana. A 1.200 metros de altitud, bien amurallado durante siglos, había sido también fortaleza de primer orden en la llamada Raya, la línea fronteriza entre Aragón y Castilla. Su nombre, Peñalcazar, provincia de Soria, resuena inmejorable a fortaleza inexpugnable. De ella da cuenta El Cid como una de las mejores, y su imagen lejana, coronando una muela calcárea, nos trae a la memoria la celebérrima Masada. Hoy queda poco de un poblado, guarecido por impresionante muralla, que disputaron moros y cristianos, los dos Pedros en la guerra del siglo XIV, y Austriacistas y Borbónicos en el XVIII. Era zona de paso obligado para castellanos y aragoneses en las estribaciones del Moncayo, antes de ser reemplazada por la actual N-234 que comunica Soria y Calatayud. Algo bueno queda de ello. En tierra de nadie, sin acceso en coche, una visita ofrece hermosas vistas de la llanura y la belleza inmarchita de la arquitectura rural de mampostería, la iglesia con bóvedas góticas aún coloreadas, las calles sin asfaltar que nunca lo estuvieron. Uno de los mejores lugares de la Lista Roja de siempre, Peñalcazar resume mil años de historia desde Rodrigo de Vivar, a quien pagó parias, hasta Segundo Alcalde, su último habitante.
Peñalcázar está en la Lista Roja desde el 16 de diciembre de 2007. ¿Cuándo engrosará la Lista Verde?
Foto izquierda: Sidi, de Ferrer Dalmau
Foto central: miancema (castillosnet.org)